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Emprendedores con los negocios del futuro

Elaboración de muebles con plástico recuperado, pero mezclado con fibras vegetales; platos desechables de los que brotan plantas y puertas elaboradas con guadua laminada, trabajadas con altos estándares de calidad, son tres de los 12 proyectos finalistas del concurso ‘Valle E’, el que premia el emprendimiento regional.

Esta vez la competencia será dura.

El proyecto de los muebles plásticos fue la mejor idea de negocios de la Universidad San Buenaventura, ganó el Concurso de Innovación de la Universidad Javeriana y fue beneficiario del Fondo Emprender del Sena.

El de los platos botánicos ganó el premio de la Fundación Bavaria ‘Destapa futuro’ y el de las puertas de guadua también logró el apoyo del Fondo Emprender.

Los ganadores de ‘Valle E’ se conocerán durante la octava versión de ‘Exponegocios’ que se realizará este 27 y 28 de junio en el Centro de Eventos del Pacífico.

Plástico y cascarillas

Fue en la fábrica de cerveza donde trabajaba, que a Juan Nicolás Suárez se le ocurrió la idea de recuperar las etiquetas de las botellas, el polietileno y los envases de polipropileno de alta densidad para producir su mobiliario de jardín.

En la actualidad hay hasta casas elaboradas con plástico recuperado, pero la calidad no es la mejor, el material que resulta es poroso y no muy estético.

El secreto de la firma Diseclar, creada por Suárez, un ingeniero industrial de 27 años, es que el plástico recuperado lo mezcla con material vegetal, para eliminar la porosidad.

Recurre al bagazo de la caña de azúcar y a la cascarilla del arroz y del café para conseguir unos bloques plastificados impecables, parecen madera de verdad.

Por ahora está concentrado en ofrecer muebles para el jardín, cuatro sillas y una mesa que resisten el sol y el agua, no les entra gorgojo y no se decolaran. Pero más allá de estas características, está el impacto ambiental.

En el primer año proyecta vender 1.150 juegos de jardín.

De acuerdo con las proyecciones del negocio, en el primer año recuperaría 48.300 kilogramos de plástico, es decir, que salvaría 800 árboles que retienen 6.800 toneladas de CO2.

“En los Farallones y en la vía a Buenaventura hay mucha tala”, recalca este emprendedor.

En Bavaria, donde trabajaba, quiere ofrecerles ahora sus sillas y mesas plastificadas, para que se las entreguen a los tenderos.

También planea producir escritorios y llegar a vender en las grandes superficies.

Pero necesita dinero para invertir, busca 450 millones de pesos.

Platos biológicos

Desde el 2006 Claudia Isabel Barona trabaja con el papel ecológico, pero desde el 2009, junto a su esposo Andrés Benavides, decidió que le daría un mayor valor agregado a esos trozos de papel recuperado.

Desarrollaron unos platos desechables que, al momento de arrojarlos a la basura, retoñan.

En medio de la celulosa de papel, mezclada con fibras naturales como cascarilla de piña y de arroz, estos platos traen incrustadas unas semillas, por eso, cuando se desechan, en contacto con la tierra y el agua, germinan.

Hay platos con semillas de flores; otros traen semillas de uchuvas, fresas, tomate o pimentón.

Otros llevan, medio escondidas, semillas de yerbabuena, albahaca y linaza y unos más traen grama, las más rápidas en germinar.

Si la gente no quiere ‘sembrar’ el plato en una matera después de utilizarlo, al arrojarlo con el resto de los residuos orgánicos terminará biodegradado, en unas tres o seis semanas, en el relleno sanitario y, lo más probable, es que en ese lugar nazca una nueva planta.

“Un plato desechable de plástico, o, de icopor, elaborados con recursos no renovables como el petróleo, no es biodegradable, tardará entre 300 y 500 años en desintegrarse”, dice Benavides, el abogado de la empresa Provokame & Pepelyco.

“Al consumidor de desechables le ofrecemos vida”, dice la ingeniera industrial Barona.

Tienen platos beige, pero son los blancos los más buscados. Estos emprendedores dicen que la gente aún tiene mucha resistencia frente al papel recuperado porque piensa que no es limpio.

Se los ofrecieron a una famosa tienda de café colombiana, pero el negocio no prosperó, así que tocaron las puertas de Proexport y ya hicieron sus primeros acercamientos al mercado estadounidense.

Cuentan con una máquina que saca 60 platos por minuto, pero son mujeres cabeza de familia, quienes hacen los formatos finales.

El potencial de la guadua

El diseñador industrial Carlos Fuentes y la administradora de empresas Paola Quiroga están en empeñados en industrializar y desarrollar el clúster de la guadua.

En medio de la búsqueda de materiales alternos a la madera y el metal, este diseñador llegó a la Angustifolia Kunth, la variedad de guadua que se consigue en Colombia, pero tenía claro que no la trabajaría de forma artesanal.

Su propuesta son puertas laminadas en guadua, fabricadas de forma industrial.

Al calor se presionan las ‘latas’ o tablillas de guadua para obtener el gran ‘trozo’ con que se elaborará la puerta, tan resistente que puede durar 200 años.

Vienen inmunizadas, son resistentes al fuego, la dilatación es menor y con ellas se preservan los bosques, no hay que talar árboles.

“La guadua es un pasto gigante, es una gramínea que crece y en cuatro años puede cultivarse”, dice este innovador.

No desperdician nada, de los residuos que quedan al hacer las puertas, elaboran materas. En este trabajo, a través de talleres satélites, involucran mano de obra de adultos mayores que ya no son tenidos en cuenta por el mercado laboral.

Estas materas ya se comercializan en Bogotá.

“Con este proyecto queremos demostrar que sí se puede, que hay un mercado potencial para la guadua y un producto con características superiores a los de la madera”, dice la joven Quiroga.

En un año proyectan negocios por 272 millones de pesos. Pero necesitan plantaciones de guadua a través de cultivos tecnificados.

Se estima que en el país hay 50.000 hectáreas sembradas con guadua, pero el 50 por ciento se encuentra en estado salvaje. En el Valle las 16.000 hectáreas se concentran en el centro y norte del departamento.

Fuente: http://www.eltiempo.com

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